¿Me Recuerda?


¿Me Recuerda?
Por: Rob Cruzzó

¿Me recuerda? Nos conocimos en otra vida. En ese entonces usted llevaba el cabello rizado, negro como el plumaje de los mirlos y unos ojos que parecían ventanales, grandes, grandes, con los que solía mirar mi cuerpo desnudo cada amanecer que pasamos hechos girones de piel y alma, sin definir que par de manos era de cada quién y sin poder adivinar en dónde iban mis labios y a la mitad de qué hazaña se encontraban los suyos.

¿No se acuerda de mí? Yo sí. Cada una de sus manías, de sus gesticulaciones imperfectas que me provocaban una sonrisa que usted siempre celebraba. Su tono suave de voz, su locura inexplicable por la lluvia, esa que solía lavarle su carita y sus más grandes penas; así como su osadía para postrarse en mi zaguán cuando ya no había más luz que la del farolito que apenas encandecía cada que un suspiro se nos
escapaba en la esquina de mi vieja calle.

Suponga que nos conocimos en la Cineteca Nacional, separados por siete asientos mientras veíamos un filme independiente hablado en portugués. Usted no entendió el final de la película y yo como pude se lo expliqué. La verdad, había quedado atrapado en las redes que usted lanzaba inconscientemente sobre mí. Sabía entonces que me había flechado como Diana Cazadora, como raptora de estrellas amarillas…
¡Habíamos husmeado las galeras prohibidas donde los enamorados suelen guarecer su amor entre papeles transparentes y firmas con tintas provenientes del sufragado corazón!

Haga un esfuerzo. Sé que la transición de una vida a otra es complicada. Muchos recuerdos suelen perderse en el abismo que separa la materia del pensamiento, pero un amor como el que vivimos antes no puede borrarse. ¡Usted prometió quedarse en mí siempre! ¿Lo recuerda?

Su nombre en aquella vida fue Susana, yo solía decirle guerrillera porque todas sus aventuras encajaban perfectamente con esa descripción. De corazón rojo e ideales definidos, fuerte como el roble más sabio y tierna como un amanecer después de haber conocido el infierno. Usted gustaba llamarme su pequeño trovador ya que yo era menor que usted; pero eso nunca le importó, siempre me amó como si la edad no
importara, como si esa barrera que creamos estúpidamente los hombres no aplicara para nosotros, siempre con una palabra de aliento, con una pasión encarnizada y con una entrega casi bucólica.

Lo sé. Todo esto suena a desquicio, ¿quién soy yo para venirle a decir a usted quién era antes de que llegara aquí? Quizá en esta vida se encuentre mejor, ya no sufre, ya no llora de cólera por saber que los nuestros se mueren sin explicación, que desaparecen como el trébol de cuatro hojas que se arranca de entre los demás
tréboles cobardes…

Pero he de jurarle que así fue, que mis manos aún sienten su sangre caliente correr entre mis dedos desesperados que nada pudieron hacer para salvarle de aquel monstruoso asesino, inhumano, impávido…

De algo se acuerda, le veo ahora mismo la sonrisa joven que me enamoró… Sé que aún me lleva tatuada entre esos dos ojos cafés, aperlados; que aún se estremece por verme flaco y despeinado, con mis zapatos cuadrados y mi guitarra toda abollada en la espalda.

Tal vez, y sólo tal vez tuvimos que separarnos para comprender que en otra vida nos amaremos más, que en ella no habrá ley física que nos divida, ni ley moral, ni ley jurídica… Porque la única que sí logro hacerlo fue la Ley Divina.

No, pequeña, usted para mí fue más que el amor… Fue la poesía, el silbido que viene con el mar, el canto de los bardos, los atardeceres, los gritos sordos, la música, el vuelo del jilguero, mi dios…. Mi mapa… ¿Ya me ha recordado?


Sinceramente su tejedor de sueños. Roberto.

8 comentarios:

Aplausos, jovencito.
Estoy, simplemente, encantada.
Pienso que a todos nos cuesta el recuerdo de la vida pasada.
A unos más que a otros, pero a todos.
Preferimos la negación de un amor...preferimos dejar pasar el tiempo, pero sepa usted, que no es fácil el reconociemiento.
Ojalá todos lo hagamos a tiempo, ojalá, que si esta vida se nos va, vengan otras más, las necesarias, para recordarlo y entenderlo.
Un abrazo con olor a canela.

Gracias por tu comentario. Es un placer que se dedique tiempo a esta lectura. Un beso

Comentario aparte: Me parece prudente que los coordinadores del blog especifiquen quién es el que comenta. (Que en éste caso supongo es Rob)
Gracias.

Se me olvidó cambiar el usuario. Tienes razón.

Caballero, me encanta ese toque de usted entre dulce y tajante.
Hay personas que llegan para convertirse en algo más que amor y son poesía y son todo aquello inefable que cala muy hondo. No creo que le recuerde esa persona, porque como dice Nacho Vegas: "Jamás te recuerdo, porque nunca te olvido".

Un beso.

Cuando se logra acariciar un corazón, podrán pasar mil años, en sus cavernosos tendones queda el sello para siempre.Vagan y vagan hasta encontrarse..., y reconocerce, es solo un momento.
Un abrazo Rob

Vamos todos para adelante ! Sigamos creciendo. Gracias Osvaldo, Ibeth, canelita

Nunca te olvidará amigo. Que belleza Rob! Se te quiere!

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